Sábado 22 Mayo
Juan 21, 20-25
~ En aquel tiempo dijo Jesús a Pedro: “Sígueme” ~
Pedro recibe la invitación de Jesús ––“Sígueme”–– no como un borrón y cuenta nueva, sino como una nueva e interminable aventura. Jesús resucitado lo vuelve a llamar como cuando empezó su ministerio, igual que cuando invitó a Felipe, al principio del Evangelio. Lo que encontramos aquí es la frescura de la invitación de Jesús, una invitación siempre nueva, brillante y atrayente.
Pedro se vuelve para comenzar su seguimiento. Quizás está eufórico, con una alegría única, y al ver a Juan, que nunca dejó de seguir a Jesús, quiere saber si contará con él, en lo que sigue de su misión, como imagen de fidelidad, para no desviarse. Jesús le hace entender que no importa lo que pase con cada uno de los suyos; quienes siguen a Jesús hacen su propia ruta. Sí, desde la comunidad, pero en relación íntima con Él. No hay más modelo que Jesús, ni más camino que el suyo. Por eso le hace sentir esta exigencia: “Tú sígueme a mí”.
Hoy, nosotros podemos dar un paso semejante si venimos de haberle fallado a Dios; aquí está la puerta: escuchemos como si fuera por primera vez la frescura y la novedad del llamado que Jesús nos hace. Asomémonos al horizonte del nuevo camino que nos propone. Es un camino personal donde lo único que debemos ver es su persona y su ofrecimiento de vida y de amor.
¿Cuánto tiempo tiene que no me siento llamado? ¿Cuánto tiempo que no experimentamos la atracción inmensa de iniciar una aventura que engloba toda nuestra vida y nuestra persona? ¡Dejémonos conquistar por Jesús, el crucificado resucitado, que vuelve para empatar nuestros caminos!
Si lo aceptamos, veremos muy pronto que para seguir a Jesús, hay que volver a salir de nuestra voluntad cerrada en nosotros mismos ––y de nuestra idea de autorrealización–– para sumergirnos en el universo inagotable de su voluntad y de su amor.
Oración:
Señor Jesús, aunque en días como hoy me da miedo abandonar mis seguridades y mis proyectos de vida, deseo que me seduzcas con tu propuesta de seguimiento. Estoy convencido de que solo tú puedes colmar mis ansias de universalidad y de eternidad. Si me llamas, elígeme; y si me eliges, conságrame; y si me consagras, sálvame.
Permite que los míos y yo seamos discípulos bien dispuestos. Abre nuestra imaginación y nuestra visión de futuro a la vida fascinante que nos ofreces. Amén.