Domingo 13 Marzo
Lucas 9, 28-36
~ “Maestro, qué bueno es estarnos aquí.
Hagamos tres tiendas, una para ti,
una para Moisés y otra para Elías” ~
Subir el monte, desde la experiencia de la transfiguración de Jesús, implica estar abiertos al misterio de Dios, a su proyecto de salvación y a la ofrenda de nuestra propia vida.
La montaña, además de significar el lugar de la presencia de Dios, nos muestra que Jesús ha iniciado su éxodo; es decir, su salida de este mundo, su liberación.
Imaginemos la escena: Jesús permite que sus discípulos se asomen a su luminosidad interior. Les muestra, por decirlo así, un pedacito de cielo. Los personajes que aparecen, pertenecen a la realidad trascendente, murieron en el pasado, haciendo la voluntad de Dios, por eso permanecen en la esfera divina. Ellos hablan de la muerte que le espera a Jesús en Jerusalén; hablan, por tanto, de la manera en que Jesús culminará su misión, con la entrega de su vida. Si se quiere entender, Jesús recibe la estafeta final del misterio salvífico de Dios. De ahora en adelante, el Antiguo Testamento ha de ser leído a través del éxodo de Jesús.
Los tres discípulos que lo acompañan: Pedro, Santiago y Juan, reaparecerán en Getsemaní de la misma manera que aquí, cargados de sueño. Entre este monte, el de los Olivos, y el Gólgota, hay un parentesco espiritual: se demandan mutuamente, para completar la misión de Jesús, desde el misterio de Dios.
Subir el monte en esta Cuaresma, ha de significar para nosotros un ejercicio espiritual. A través de esta experiencia podemos iniciar tanto el camino del éxodo de Jesús, como el nuestro. Si seguimos a Cristo en el misterio de su Pasión, Muerte y Resurrección, nos configuraremos con él; si insistimos sobre ese camino, haciendo nuestro propio éxodo, además de configurarnos, nos transfiguraremos como Él. Es decir, entraremos en el misterio insondable de Dios.
Oración:
Señor Jesús, permíteme seguir gozando del pedacito de cielo que me das, sobre todo en tus sacramentos y en el amor de mi familia; pero no dejes que me desobligue de la misión que me espera abajo del monte, en medio del mundo, en donde todavía he de realizarme como seguidor tuyo.
Que junto con los míos miremos hacia abajo, descendamos de la montaña y hagamos nuestro propio camino hacia la muerte y la resurrección. Amén.