Miércoles 26 Agosto
Mateo 23, 27-32
~ Por fuera parecen bonitos, pero por dentro
están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia ~
Con estos dos “ayes” o maldiciones concluye Jesús su imprecación contra los escribas y fariseos, con el denominador común de la hipocresía.
La imagen de los sepulcros blanqueados es contundente. Para quienes escucharon esta comparación, fue claro que las actitudes que Jesús más condena de parte de los escribas y fariseos son la hipocresía, la simulación y el engaño. Los declara encalados por fuera. Tomemos en cuenta que era costumbre en Israel pintar de blanco los sepulcros, para identificar las tumbas a distancia y así poder evitar la impureza ritual que suponía el contacto con ellas. Además, consideremos que la limpia apariencia de un mausoleo hoy, igual que entonces, disimula la realidad de su interior, que supone un grado máximo de putrefacción.
En otras palabras, Jesús les dijo: “Están podridos por dentro”. Esto es, repletos de hipocresía y crímenes; la estricta observancia de la ley era como la parte exterior del sepulcro, era el velo que ocultaba su vida de contradicción con Dios.
Los sepulcros de los profetas, que ellos construyen y cuidan, solo atestiguan que sus antepasados los asesinaron. Así, Jesús declara a los escribas y fariseos herederos de los asesinos de profetas.
Nosotros hoy, a diferencia de los escribas y fariseos, somos herederos de Jesús, de su nueva vida. En sentido estricto, no tenemos necesidad de vivir una doble vida en nuestra relación con Dios y con nuestros semejantes. Sin embargo, hay que reconocer que este Evangelio nos provoca para revisar nuestra vida interior. Es probable que no encontremos mucha putrefacción. Sin embargo, seguro que como fariseos y escribas de este tiempo, necesitamos convertirnos y vivir una fe más transparente.
¿Qué tan puros somos por dentro? ¿Qué tanto blanqueamos nuestra imagen exterior?
Oración:
Señor Jesús, no permitas que yo dé seguimiento a quienes asesinan profetas, ni que te condene a ti. Ayúdame a ser honesto conmigo mismo. Que mi sepulcro interior no contenga otra cosa que tu espíritu de paz, de reposo y de espera en la resurrección. Que yo no sea motivo de contaminación, impureza o escándalo para nadie.
Permite que en casa, con los míos, expulsemos cualquier asomo de hipocresía o simulación; que seamos tan blancos por fuera como por dentro, y que constatemos que el mal no tiene dominio sobre nosotros. Amén.