Ungidos…
Lunes 2 Septiembre
Lucas 4, 16-30
~ El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva ~
Jesús es el ungido por el Espíritu. Viene a exponer en Nazaret lo mismo que en el resto de Galilea. Pero aquí no será reconocido. En el rollo del Profeta Isaías que le entregaron, buscó el pasaje de Is 61,1s, el cual se interpretaba en sentido mesiánico; y combinó el texto de Is 58,6, poner en libertad a los oprimidos. No ha leído así con la sola intención de enseñar, como era costumbre en la sinagoga, sino también para provocar un cambio de comprensión en sus oyentes. Lo que estaba realizando era algo práctico. Él se experimentó “ungido” y quiso hacerlo sentir a los presentes. Lo que aconteció allí no fue algo meramente teórico o discursivo; de hecho, tuvo el efecto del cumplimiento; no solo de su ejercicio como mesías, sino de las promesas que Dios había hecho a su pueblo por boca de los profetas. Quienes estuvieron en aquella sinagoga pudieron experimentar el poder del Espíritu y sentirse confrontados.
El contenido de ese anuncio operante de Jesús es la libertad de los pobres, el fin de su condición miserable; la libertad de los cautivos, ciegos y oprimidos; la alegría del “año jubilar” en que se cancelaban las deudas y se ponía en libertad a los esclavos según Lv 25.
Los presentes rechazaron a Jesús en el momento en que se aplicó el pasaje del profeta. Les dijo entre líneas que Él era el Mesías que todos habían esperado por siglos, que abría la era de la salvación, pero que esta sería universal y sin exclusión de los paganos. La pregunta: ¿No es este el hijo de José?, más que referirse a su filiación natural, quiere decir que Jesús no ha salido a su padre, y que su pretensión de Mesías no se corresponde con el oficio familiar del que procede. Sin embargo, a sus coterráneos no les provocó tanto rechazo que se hubiera declarado Mesías, como el pretender que la salvación viniera para todos. Ellos querían que la actividad salvadora de Jesús se realizara solo en beneficio de Israel. La actitud exclusivista los cierra al mensaje. Y así, antes de renunciar a su nacionalismo, prefieren matar al enviado de Dios.
Igual que Jesús, nosotros somos “ungidos”, pero pasamos gran parte de nuestra vida en la sinagoga de nuestra pobre percepción religiosa. No permitimos que el Espíritu nos impulse, como en esta ocasión Jesús, para poner en práctica la palabra liberadora de Dios.
Oración:
Señor Jesús, gracias por introducirme, mediante este Evangelio, a la sinagoga de Nazaret; desde mi entorno laboral y familiar, deseo invertir la respuesta de tus coterráneos. Permite que experimente yo la certeza y el poder de tu Espíritu, que goce en hacer vigente la libertad y la salvación que nos has alcanzado.
Haz posible que en mi hogar te aceptemos como ungido, y vivamos como tales en el cumplimiento de tu voluntad. Amén.