Jueves 24 Agosto
Juan 1, 43-51
~ ¿Por haberte dicho que me fijé en ti debajo de la higuera, crees? Pues mayores cosas has de ver ~
Podríamos aceptar que nuestra vida cotidiana transcurre en medio de una pasmosa niebla, a través de la cual muy poco podemos ver las cosas de Dios. Sobre todo si no nos dejamos alcanzar por Jesús, que de cuando en cuando, se fija en nosotros.
La confesión de fe de Natanael, despeja la nebulosa de su ser creyente y la de cuantos lo escuchamos: Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Esta confesión suya abre el cuarto Evangelio, como una sala luminosa, llena de imágenes en las que la figura de Jesús Mesías resplandece hablándonos en aire familiar. Al final, quien cierra la puerta de estas imágenes es Tomás, con la que concluye el Evangelio de Juan: “¡Señor mío y Dios mío!”.
Al centro de nuestro texto, digamos al centro de la gran sala evangélica, resalta la sentencia de Jesús: Mayores cosas has de ver. Es una consolación para quienes, a semejanza de Felipe y de Natanael, nos mantenemos en la búsqueda del Salvador.
Ver cosas mayores. Esta promesa de Jesús, se cumple si nos adherimos a Él. Igual que cuando invitó a Felipe: ¡Sígueme!, nos invita hoy a salir del reduccionismo con el que vemos nuestro hoy y nuestro horizonte. Nos invita a mantener una comunicación permanente con Dios, a través suyo. Nos invita a entender que su proyecto no se termina en la profecía, sino en su plenitud humana y divina.
Si veremos cosas mayores, es porque estamos invitados a participar en primera fila de su cruz. Será entonces que veremos al que traspasaron (19,37), veremos cómo brilla su gloria y amor, su sangre y agua (19,34).
¿Cuánto tiempo transcurres viendo bajo una densa neblina? ¿Cuánto tiempo que no ves cosas mayores?
¿Hasta dónde alcanzas a ver?
Oración:
Señor Jesús, invítame hoy y siempre a seguirte. Permite que en mi familia podamos ver cosas mayores, y gozar de tus consuelos. Amén.