Martes 26 Mayo
Juan 17, 1-11
~ No ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos ~
Nuestra relación de hijos con Dios nos abre a la vida eterna. Veamos la expresión hermosa que Jesús nos regala en el Evangelio de hoy: “Esta es la vida eterna: que te conozcan”. Si reconocemos a Dios como Padre y nos comunicamos con Él, nos dará su propia vida.
Las relaciones entre nosotros son frágiles. Solo si se insertan en la relación fundamental con Dios pueden sostenerse y servir para comunicarnos algo más que pensamientos.
Si leemos bien este pasaje del Evangelio, que contiene “La Oración de Jesús” en el momento final de su vida, cuando “ha llegado su hora”, nos daremos cuenta del amor con el que Jesús se entrega. Parecerían repetitivas las frases: “…lo tuyo, lo mío… tú me has dado, yo les he dado…”; y, sin embargo, no es así. El discurso de Jesús sigue cuidadosamente la petición, no de ruego, sino de confianza plena, de que cuanto hizo en el mundo acontezca en el misterio que tiene con su Padre.
Y la manera de conocer al Padre, para alcanzar vida eterna, es por el conocimiento y seguimiento de Jesús. Se trata de un conocimiento más relacional que intelectual; y más de comunicación de vida y de amor que de conceptos. En esto consiste la gloria del Padre y del Hijo: en actuar la experiencia del amor a los demás y de comunicarles vida, al modo de Jesús.
Si nuestra vida transcurre en una continua relación con Dios, conoceremos de verdad y alcanzaremos la vida eterna.
Oración:
Señor Jesús, ayúdame a conocerte mejor. Quiero experimentar tu relación con el Padre por medio de obras de amor. Haz brillar mi imaginación, para que encuentre las formas más adecuadas de servir y amar a los demás.
Permite que junto con mi familia, nuestra vida sea siempre una continua relación. Y que esa vida de relación nos lleve a ti, a tu Padre, al conocimiento más profundo del amor y a la vida eterna. Amén.