Domingo 29 Marzo
Juan 11, 1-45
Nos encontramos ante una de las páginas más bellas de la Sagrada Escritura, la muerte de Lázaro, el amigo de Jesús. Allá en Betania, donde vivía él y sus hermanas, Marta y María, Jesús gustaba ir para descansar familiarmente. La muerte de Lázaro sirvió al evangelista Juan para llevarnos a una comprensión plena de la vida.
Lo primero que hemos de entender es que la enfermedad de un discípulo, no tiene por término la muerte, pues la vida que se le ha comunicado por el Espíritu es definitiva. Por eso hemos escogido este título “vida definitiva”.
Para los discípulos que acompañaban a Jesús y para las hermanas de Lázaro era incomprensible que Jesús lo dejara morir, tuvieron que aprender lo que hoy entendemos nosotros: que la misión de Jesús no es liberar al hombre de la muerte física, sino de dar a ésta un nuevo sentido, el de la vida definitiva.
Lo segundo, es entender la salvación: para los discípulos, salvarse es vivir; para Jesús es vivir vida definitiva; es decir, vida que supera la muerte.
Cuando Jesús llega y se encuentra primero con Marta y luego con María, las induce, igual que ahora a nosotros, para descubrir que la muerte es solo una necesidad física. Marta le pide algo para su hermano “…sé que Dios te concederá cuanto le pidas”, no tiene en mente un milagro mayor como la resurrección, ve a Jesús como un mediador, no comprende que Jesús y el Padre son uno; y que las obras de Jesús son las del Padre. María lleva al culmen el sentimiento de dolor. Tirándose a sus pies hace llorar a todos, incluso a Jesús que se conmovió hasta lo más hondo.
En el momento de mayor expectación, Jesús pide que “quiten la losa”, hay que interpretar que pide a la comunidad que se despojen de la creencia que relega la resurrección hasta el final de los tiempos. Saca a Lázaro del lugar de la muerte, para enseñar que ese lugar no corresponde a quien ha creído, porque el creyente sigue vivo. Este creyente, Lázaro, sale por propio pie; está muerto, pero sigue viviendo.
Cuando Jesús pide que desaten a su amigo, que le quiten las vendas, lo que intenta es que los creyentes se desaten a sí mismos del miedo a la muerte que los paralizaba. Jesús quiere que se liberen del miedo, para entender que morir no significa dejar de vivir. Más aún, quien da la vida, la volverá a recuperar, como Jesús.
Nosotros hoy queremos empezar a vivir vida definitiva; pero, ¿cómo lo hacemos?
Vivamos de forma diferente
Como si acabáramos de salir del sepulcro. Con la certeza de que la muerte no tiene la última palabra, porque Cristo nos curó del mal de la muerte, nos dejó libres como a Lázaro para hacer un segundo viaje como camino de la vida; un segundo viaje pleno de libertad, de luz y de amor, en el que los miedos que nos paralizaban se han ido.
Vivir así implica trabajar por la vida siempre, liberando a cuantos están sujetos a las ataduras de muerte. Implica gozar ya desde ahora, de nuestra vida definitiva.