Jueves 15 Abril
Juan 3, 31-36
~ El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano.
El que cree en el Hijo tiene vida eterna ~
Los discípulos de Juan estaban inquietos viendo que Jesús también bautizaba. Juan les mantiene el testimonio: Jesús es el enviado, el Hijo de Dios; y quien no lo acepta no verá la vida.
Al centro de este evangelio nos encontramos con una dificultad común; tarde o temprano a todos nos pasa, que dudemos de creer.
La primera distinción que deja clara Juan, es que al creer en Jesús, hay que dejar atrás las antiguas concepciones de fe. Jesús no es uno más de los intermediarios entre Dios y el ser humano; Él es Dios mismo, portador del Espíritu de Dios. Por eso el que se rehúsa a creerle no entra en la esfera de vida y de amor de Dios.
Jesús es el Mesías-Hijo, que propone las últimas y verdaderas exigencias de Dios para alcanzar la vida eterna. La diferencia entre creer y no creer; que se pude expresar como: esperar y no esperar, radica en la tristeza y la desesperanza de los primeros y la fe y la vida de los segundos.
Igual que en tiempo de Jesús, si lo quitamos a Él y a su Padre Dios, el mundo recae en el vacío. Todos somos conscientes del sentimiento de soledad, abandono, oscuridad y sin sentido que a veces, inconscientemente contagia a muchos jóvenes en nuestra sociedad actual. La diferencia entre estar plenos y estar carentes, radica aquí: entre creer/esperar o rehusar/desesperanzándose.
¿Qué creo y espero profundamente hoy? ¿Cómo le acepto a Jesús que me introduzca día a día en su esfera de vida y de amor?
Lo cierto es que “Creer es vivir”
Oración:
Señor Jesús, que yo no requiera de tantos testimonios. Que me sea clara tu oferta de salvación. Déjame ver cómo bautizas, la manera en que conquistas corazones y les das vida, la nueva manera en que estás liberando y salvando personas y eso me contagiará de tu vida y de tu amor. Te necesito y te amo porque considero que creer es vivir.
Permite que en mi casa, todos estemos plenos, llenos de esperanza de la vida que nos ofreces. Has que cada uno de nosotros seamos un testigo claro de tu vida nueva y eterna, igual que Juan Bautista, igual que tus discípulos y los santos. Amén.