Miércoles 14 Octubre

Lucas 11, 42-46

 

~ Y dejan a un lado la justicia y el amor a Dios ~

 

Jesús continúa enfrentando a los fariseos, ahora a través de tres “malaventuranzas”: por escrupulosos en lo insignificante y desentendidos de lo importante; por su ambición de honores, y por tenerse a sí mismos por puros; es decir, creer y difundir que tienen acceso directo a Dios.

Los fariseos y los escribas desempeñaban en la comunidad el papel de maestros. Sin embargo, lo que enseñaban y exigían que fuera cumplido por el pueblo no era llevado a la práctica por ellos mismos. Por el contrario, su conducta estaba en claro contraste con sus enseñanzas. Jesús no solo les recrimina esta falsedad y abuso, sino el hecho de que actúen algo que Dios ni siquiera ha pedido. Él es el nuevo maestro que enseña a practicar el mandamiento del amor en sus propias acciones. Y que es más ligero y suave que cualquier carga, porque nace del corazón.

Al escuchar este Evangelio, después de dos mil años, podemos constatar que en ocasiones hemos actuado como los fariseos y escribas. Acojamos con fe y profundidad las advertencias que Jesús pronunció sobre ellos. Formemos nuestra conciencia superando las inconsistencias de nuestra relación con Dios y yendo a lo esencial de la religión, sin quedarnos en superficialidades o ritualismos mágicos. Nuestra fe demanda responder ante Dios y los hermanos del don de vida y de resurrección que hemos recibido en Cristo. También revisemos un poco esos momentos en que deseamos ser el centro de atención, o procuramos obtener los mejores lugares en todo, así tengamos que pisotear a alguien. Y cuando condenamos a otros de aquello que nosotros no hemos resuelto.

Si deseamos en verdad tener acceso directo a Dios, no como la pretensión de los fariseos y escribas, sino como una certeza, dejémonos amonestar hoy por Jesús, y entremos de verdad en una nueva y liberadora relación con Él y con su Padre, a través de las obras del Espíritu.

 

Oración:

Señor Jesús, quiero acceder a ti, entrevistarme contigo cada día, entrar a tu misterio y salir para vivir la religión del amor. Ayúdame a acceder a ti, en directo, para servir a mis hermanos. Sacúdeme todo rastro de fariseísmo. Que en medio de mi trabajo se note mi nueva relación contigo, que pueda transparentarles la vida y alegría que me des, y que esto sea un signo de esperanza para todos.

Permite que en casa, junto con los míos, superemos cualquier pretensión de ser perfectos ante ti, de ser más, y dejemos de condenar a cargas inútiles a quienes nos rodean. Que las relaciones con nuestros seres queridos, y con quienes se nos crucen por el camino, sean un claro espejo de la justicia y el amor de Dios con que nos mandas vivir nuestra religión. Amén.

 

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