El lenguaje de mi cruz
Viernes 17 Febrero
Marcos 8, 34-9,1
~ Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo ~
Las exigencias para seguir a Jesús: negarse a sí mismo y cargar con la cruz, no son una llamada dramática a una muerte inútil; por el contrario, son una provocación a vivir nuestra libertad.
Si lo pensamos bien, en el mismo momento en que renunciamos a toda ambición y rivalidad, y asumimos hasta las últimas consecuencias, igual que Jesús, la hostilidad de nuestra sociedad injusta (cargar nuestra cruz), experimentaremos una forma insondable de libertad y veremos con más claridad nuestro destino. Eso cuenta mucho en las categorías del Reino de los cielos.
En el momento de la duda, ¿Qué es más valioso: la propuesta de Jesús a trascender la vida, o lo que propone nuestra sociedad injusta?
El proyecto de la cruz, es más grande, luminoso y misterioso de lo que pudiera parecer. Lo primero que vemos es la tortura, el sufrimiento, la derrota y la muerte. Pero en el fondo está la victoria definitiva que Jesús alcanzó sobre estos mismos males, y sobre todo aquello que nos oprime.
La cruz nos habla en su propio lenguaje. Habla primero a quienes sufren; a los enfermos, oprimidos y pobres; a los marginados y a quienes son víctimas de la violencia. A todos nos ofrece la esperanza de que Dios puede convertir nuestros dolores en alegría, nuestros aislamientos en comunión y nuestra muerte en vida.
La cruz que Cristo quiere que carguemos, nos enseña a considerar a los humildes, a superar las divisiones y a vencer el odio con el amor.
Como podemos ver, al mundo le hace falta que sigamos cargando con nuestra cruz, en favor de los demás. Que le hablemos con el lenguaje de nuestra propia cruz. Así, en las circunstancias de nuestra vida. Así, cada día.
¿Cuándo fue la última vez que fui consciente de estar cargando mi cruz?
¿Cuál fue el lenguaje de mi propia cruz, para mis seres querido y para los demás?
Oración:
Señor Jesús, no permitas que yo ceda a la presión de la sociedad en que vivo. Que no genere el mal, la exclusión, la marginación o la muerte a mis hermanos. Enséñame a perder la vida por mí y por el evangelio.
Has posible que en mi familia, todos aprendamos a cargar con nuestra cruz. Que hablemos a los más necesitados a través de nuestra propia experiencia de tu cruz. Que experimentemos la mansedumbre del corazón, y que sintamos que tu yugo es suave y la manera en que nuestra carga se hace ligera. Amén.