Sábado 18 Febrero
Marcos 9, 2-10
~ ¡Qué bien se está aquí! ~
Es probable que Jesús, ante la resistencia de sus discípulos a entender su proyecto, se les haya manifestado en la transfiguración.
¿Qué es lo que vieron los discípulos? Un pedacito de cielo. Se asomaron por un momento al estado final que todos alcanzaremos en Dios. Es un anticipo de la resurrección, en la que se muestra la condición divina del ser humano.
Los personajes que aparecen dialogando con Jesús: Moisés (representa la ley) y Elías (representa a los profetas), reciben instrucciones de Él; los discípulos deben entender que de ahora en adelante, el Antiguo testamento no puede ser leído al margen de Jesús. Y es que se nota que siguen pensando a Jesús como un mesías nacionalista, y temporal. Sobre todo Pedro, que lo llama Rabbí-Maestro (el que enseña ateniéndose a la tradición judía). Y que lo iguala a Moisés y a Elías, intentando hacer tres chozas.
La voz que sale de la nueve, informa a los discípulos sobre la identidad de Jesús: es “el Hijo amado de Dios”; y les reitera con palabras lo que debían entender con el signo: “Solo a Él hay que escuchar”.
Subir la montaña para los discípulos, debió marcar un antes y un después en su relación con Jesús. Aunque sabemos que no entendieron bien; ni siquiera qué significa resucitar de entre los muertos, lo más probable es que en el transcurso de su seguimiento de Jesús fueron reinterpretando este momento luminoso de la transfiguración.
Nosotros hoy tenemos la oportunidad de entender bien, de prepararnos para la oración del huerto, la muerte y, solo entonces, la resurrección.
¡Subamos a la montaña con Jesús! Ascendamos en nuestra comprensión del misterio de Dios; testimoniemos con Él que la pasión es el camino de la resurrección. Nuestro estado más elevado y acabado como persona humana, no se alcanza de ninguna otra manera. Esto es lo que el mundo debe asumir. La escalada de violencia que genera la pretensión de un poder al margen de Dios, solo acaba en la muerte y en la autodestrucción.
Oración:
Señor Jesús, ayúdame en el ascenso a tu montaña. Que vea tu gloria, tu luz y tu verdad. No permitas que me confunda con falsas manifestaciones de poder. Que me goce de volver de arriba, cada día, y de compartir mis dones con los demás.
Permite que en mi casa, todos entendamos que nuestro futuro es este, la pasión de servir y amar a los demás, incluso hasta llegar a la cruz, contigo. Amén.