Viernes 20 Noviembre
Lucas 19, 45-48
~ Mi Casa será Casa de oración.
Pero ustedes la han convertido en una cueva de bandidos ~
El viaje de Jesús termina en el templo, el cual es el centro y representa la síntesis de la ciudad.
Jesús denuncia que los dirigentes del templo y del pueblo hayan convertido el templo en una cueva de ladrones, en correspondencia con el texto de Zac 14,21: y ya no habrá mercaderes en el templo del Señor…, en aquel día. Sin embargo, su denuncia no obedece al solo hecho de la infidelidad de los dirigentes, los cuales han pervertido su función; ni tampoco solo por hacer corresponder la profecía de Zacarías, sino porque Jesús está por construir el nuevo templo de Dios. Un templo sin vicios ni mediaciones de intereses políticos o económicos.
El nuevo templo de Dios, que ya se prefiguraba desde antiguo, no es construido por mano humana, sino por el poder del Espíritu de Dios, en la Iglesia. Esta es la nueva “casa de Dios”; el lugar en donde quiere habitar, con una presencia sacramental y real.
De aquí en adelante estamos en condiciones de responder a quienes se preguntan: ¿dónde podemos encontrar a Dios, dónde encontraremos la comunión con Él; dónde la luz de su Espíritu que ilumine nuestras vidas? Entre nosotros, en el nuevo pueblo de Dios que somos la Iglesia.
Para nosotros puede parecer cercana esta reflexión, más que para quienes estaban presentes ese día en el templo de Jerusalén, porque hemos recorrido el misterio de Jesús hasta su muerte y resurrección, y aquellos no. Por lo mismo, podemos incursionar más allá en la comprensión de lo que Jesús deseaba cuando corrió a los mercaderes, y quedarnos en el atrio, al menos de forma simbólica, para recibir sus enseñanzas.
La forma en que Jesús se manifiesta en el templo no es espectacular ––como pretendía el diablo en la tercera tentación del desierto, antes de iniciar este largo viaje (4,9s)––, sino por medio de la enseñanza. Los dirigentes no pudieron actuar contra Jesús por esta razón: porque el pueblo estaba aprendiendo de Él.
Los que entendemos que somos el nuevo templo de Dios vivimos el verdadero culto, la auténtica religión y adoración en una fe libre de cualquier ideología. Y así, nuestra religión, en espíritu y en verdad, rinde culto en la vida cotidiana, a través de la fidelidad a la voluntad de Dios, en Jesús Palabra y Eucaristía, y en la solidaridad con nuestros hermanos, en especial con aquellos más vulnerables. Se puede decir que cada domingo, al salir del templo y volver a nuestra vida cotidiana, es cuando podemos palpar si nuestra religión es verdad o es una mentira.
Sinteticemos la vida de nuestras comunidades aquí, en la “nueva casa de Dios”; es decir, en nosotros, como comunidad eclesial y en lo individual, y veremos que nuestro entorno cambia.
¡Hagamos la nueva casa de Dios!
Oración:
Señor Jesús, gracias por despertar en mí el celo por tu casa. Igual que tú corriste a los comerciantes del templo de Jerusalén, deseo correr de mi templo personal y de comunidad todo sentido de comercio y toda ideología. Enséñame como enseñaste a los tuyos desde el atrio del templo, para que cambie mi visión del mundo y de la relación que tengo con Dios. Hazme pleno y libre para darte culto y gozar de tus maravillas.
Permite que junto con los míos construyamos la Iglesia de casa que tú deseas. Esa familia en la cual tu enseñanza y tu presencia sacramental edifiquen el nuevo altar donde ansiamos ofrecerte nuestras vidas. Amén.