Miércoles 23 Diciembre
Lucas 1, 57-66
~ En el acto se le soltó la lengua
y empezó a bendecir a Dios ~
La alegría compartida por vecinos y por cuantos se enteraban del nacimiento de Juan, tiene muchos brillos: se alegran quienes entienden que Dios está cumpliendo una promesa y, por lo tanto, cesa el castigo.
Se alegran quienes simplemente entienden que algo grande y misterioso está sucediendo.
Pero la alegría principal viene de Zacarías, que habiendo dudado de Dios, ahora experimenta su perdón y lo incorpora para profetizar. Dios le retuvo la capacidad de hablar, y ahora se la devuelve con el don preciso del profetismo.
Parece que así le gusta a Dios, que los que antes lo han negado, luego lo confiesen.
Si nosotros alguna vez hemos hecho el camino de Zacarías, es probable que hayamos estado mudos simbólicamente, sin hablar con Dios. De ser así, sabemos que siempre es un gozo volver a hablarle y hablar a los demás de lo bueno que ha sido con nosotros.
El nombre de Juan, además de significar “el favor de Dios”, implica que ese niño sea el último de los profetas del Antiguo Testamento, que en él se resumen los favores de Dios al pueblo elegido, que ahora se orientan a la persona de Cristo.
La mayor alegría de Zacarías, ha de ser nuestra alegría: que llegó el momento de preparar el camino, de enderezar lo torcido e igualar lo escabroso. (Lc 3,4s).
Que llegó el momento de hablar con Dios y de hablar de él a los demás.
Si deseamos la alegría de hablar, requerimos de la conversión, de un cambio de corazón, de mentalidad y de conducta.
Oración:
Dios y Señor nuestro, en vísperas de la Noche Buena queremos encontrarte en familia. Perdona nuestras debilidades y caídas que nos apartan de Ti. Concédenos la alegría de Zacarías. Valorar cuanto tú nos das, de manera especial el diálogo contigo. Ven, Señor Jesús y llena de brillo, alegría y paz nuestro hogar. Amén.