Sábado 7 Noviembre

Lucas 16, 9-15

 

~ Háganse amigos con el dinero injusto, para que,

cuando llegue a faltar, los reciban en las eternas moradas ~

 

Jesús continúa su enseñanza sobre el tema de la administración de los bienes materiales. Pero ahora se dirige a sus discípulos. El dinero no es propio del ser humano, es “lo ajeno”; no solo porque no nos pertenece como posesión, sino porque está en contraposición con el Espíritu. El dinero es trivial e irreal. Lo propio del ser humano, lo que viene con él desde su nacimiento, es el Espíritu, el don de Dios Padre; para asumirlo y desarrollarlo se requiere el desprendimiento.

El dinero es injusto, porque genera tensión y sentimientos egoístas en quien lo busca, lo toma y lo manipula. Es un medio de control más que un don para comunicar vida, fraternidad o espíritu de Dios.

A los que no son fieles en lo falso ––o sea, el dinero injusto––, ¿quién les confiará lo verdadero, es decir, el don de Dios? Y si no fueron fieles en el dinero, lo ajeno, ¿quién les confiará lo de ustedes, es decir, lo que es de Dios?

Jesús enseñaba a sus discípulos tratando de que los fariseos, que eran amigos del dinero, escucharan. Él intenta que los presentes revisen su posición de frente al don trascendente de la vida y del amor de Dios. El ser humano se entretiene, perdido en la banalidad del dominio que le permite el dinero. Cuando menos los suyos han de entender que el amor al dinero es una idolatría. Y que no hay otra posibilidad al optar entre los dos señores: Dios o el dinero.

Al final del texto evangélico permanecen como eco en nuestra mente las palabras de su sentencia: lo que es estimable para los hombres, es abominable ante Dios. Sin embargo, pueden golpear un poco nuestra conciencia, llevarnos a revisar si estamos aprovechando lo que sí es de nosotros, el don de Dios, la vida del Espíritu; y si nos atrevemos a canalizar nuestro dinero hacia obras que se acerquen al proyecto de Dios. Es la única manera de hacer amigos buenos, que cuando el dinero no sirva, nos reciban en las moradas eternas; son esos amigos de carne y hueso necesitados o marginados en quienes el dinero injusto se lavó en las aguas de la caridad, la libertad, la justicia y la paz.

Aunque el dinero se justifique a sí mismo por cuanto se requiere para desarrollar al hombre social, aceptemos desde este Evangelio que el dinero es tirano, más aún cuando se yergue como un ídolo, porque pide a quienes son poco avezados en las cosas del Espíritu sacrificar todo sobre su altar: principios morales, honradez personal, sentimientos y afectos, sentido de fraternidad y solidaridad, incluso la misma salud física. Está en nuestras manos invertir su efecto.

 

Oración:

Señor Jesús, ayúdame a lavar mi dinero y a quitarle poder en mi vida personal, laboral y familiar. Soy consciente de que en ciertas ocasiones me he excedido, al dominar a mis hermanos con algo tan vulgar como lo es el dinero. Me da vergüenza reconocer que algunas veces ocupó tu lugar. Enséñame a desarrollar lo que sí es mío, mi vida espiritual, la capacidad de amar y servir, la inteligencia espiritual que me permite considerar la vida después de la vida y la plenitud que puedo alcanzar desde ahora, si me esmero en administrar estos bienes superiores.

Permite que junto con los míos gocemos cada día de sabernos libres del influjo del dinero, y de iniciar siempre nuevos caminos de vida espiritual, fraterna, solidaria, humana, caritativa y trascendente, gracias al desarrollo de lo que sí es de nosotros: la vida del Espíritu. Amén.

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