23 enero

Lucas 5, 12-16

~ Y al instante le desapareció la lepra ~

Jesús extiende la mano y limpia al leproso. Nos recuerda las hazañas divinas en el éxodo (Ex 6,6; 14,16; 15,42). No evade el contacto con el hombre “impuro”; al contrario, participa de su condición tocándolo. Si leemos bien esta escena, encontramos aquí una bella síntesis de la historia de la salvación. Jesús-Dios —epifanía—, nos refrenda su voluntad de sanarnos y de purificarnos de todo aquello que nos desfigura y arruina nuestras relaciones, con los demás y con Él.

Se necesita algo más que buenas intenciones, para derribar las barreras que el sistema religioso y político ha puesto entre Dios y el ser humano. Leemos aquí que no hay hombres impuros para Dios, por más que alguien se haya encargado de condenarlos y marginarlos.

Se necesita limpiar personas a través del contacto humano. Se requiere que nuestra mano no tiemble al arriesgarse por otro, por más diferente que parezca a nuestros ojos. Es necesario unir nuestro deseo de limpiar personas, a la voluntad de Dios.

¿Cuántos leprosos, impuros, indeseables, marginados… descubro hoy en mi entorno?

¿A quiénes puedo tocar, extendiendo mi mano?

Oración:

Señor Jesús, hoy me encuentro como el leproso del Evangelio. Estoy necesitado de tu gracia. Tócame y sáname de todas mis lepras, de mi egoísmo, de mi soberbia, de mi vanidad. Conviérteme en un verdadero cristiano.

Inspira a mi familia, para que juntos superemos nuestra actitud juiciosa o condenatoria para con los demás. Que podamos experimentar la belleza de limpiar personas. Amén.

Un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *