Jueves 19 Noviembre
Lucas 19, 41-44
~ Si también tú conocieras en este día
lo que conduce a la paz ~
Jesús acaba de entrar triunfante a Jerusalén y, sin embargo, llora sobre ella. Llora con un llanto de muerte, porque aunque Jerusalén signifique popularmente visión o ciudad de paz, Él sabe algo que la gente ignora: está entrando para entregarse, no para tomar el triunfo y el poder político, sino la cruz y la muerte.
Jerusalén no percibe que por no reconocer a Jesús como Mesías de la paz, su fin llegará por medio de la destrucción, de la guerra.
El tiempo de la visita de Dios, el tiempo de la oportunidad que Dios da a Jerusalén, y que esta no reconoció, es el mismo tiempo que nos da a nosotros. Siempre se arranca este tiempo de aceptación del proyecto de Jesús, en el cual podemos responder a Dios con una adhesión solidaria y profunda, incluso llegarnos a su cruz.
Al centro de este Evangelio encontramos un camino por andar: lo que conduce a la paz. Que en automático, traducimos por aceptar el camino de Jesús al altar de la cruz. Sin embargo, no solo los contemporáneos de Jesús de Nazaret, sino nosotros mismos nos estiramos como ciegos metidos en un pozo, esforzándonos por alcanzar la luminosidad de una paz real, estable y generosa; de la paz interior y la paz social.
Pero en el momento actual, y desde el ambiente de cada uno de nosotros, ¿qué puede conducirnos a la paz? Es algo que se responde primero en el ámbito personal; y una vez resuelta cualquier dificultad de asimilación del ofrecimiento de Jesús, se da el paso para incidir en el contexto social de nuestras comunidades.
Tomemos en cuenta las lágrimas de Cristo, que nos ayudan a ser sensibles al deseo de su Padre de amarnos, además de personalmente, en comunidad.
Oración:
Señor Jesús, admito que en ocasiones he desconocido y rechazado tu invitación a construir tu reino y a producir la paz. Pienso en Jerusalén y en tantos pueblos, incluido el nuestro, cuya historia bélica no acaba. Es verdad, deseamos la paz, pero quizás no hemos aceptado, o ni siquiera intentado, el camino que nos conduce a la paz. Ayúdame a ser solidario y a producir en mi entorno luces que iluminen nuestro camino hacia la paz. Primero con los de casa, y luego hacia mis semejantes.
Permite que en mi hogar tengamos ojos para ver aquello que nos conduce a la paz, que lloremos contigo todas las ocasiones en que constatamos que como sociedad, en lugar de conducirnos hacia la paz, nos precipitamos hacia el acantilado de la guerra; déjanos probar un poco de tu paz, y después decide sobre nuestras vidas como mejor dispongas. Amén.