Lunes 2 Diciembre
Mateo 8, 5-11
~ Basta una sola palabra tuya y mi criado quedará sano ~
Es probable que el centurión romano se sintiera impuro. Era el peso natural de la comunidad y de la ley judía, sobre los no judíos. Pero ha entendido que la salvación es universal, Jesús la abrió para todas las razas y pueblos.
La fe del centurión es pura; no se ha ideologizado, no cree por cultura o por un condicionamiento social. Por eso ha merecido una muestra de la salvación de Dios. La manera en que se dirige a Jesús, con la conciencia de indignidad, es una propuesta para nosotros hoy, los puros, los que nos hemos purificado en el bautismo y ahora podemos acceder de manera plena a Jesús.
Solo necesitamos algo, sobre todo en este tiempo de Adviento: disponernos a lo esencial. Salir al encuentro de Jesús que viene y contarle cómo transcurre nuestra vida en casa y en nuestro entorno. Podemos abrir nuestro corazón y contarle nuestra preocupación por los demás, de manera especial los nuestros, los que comparten la vida con nosotros.
¡Qué ganas de detenerse y captar la presencia de Jesús que viene! Como lo hizo el centurión, ¡qué ganas de experimentar el amor natural y profundo por alguien más que está en necesidad! ¡Qué ganas de escribir un diario interior de estos sentimientos! Sobre todo, ¡qué ganas de hablarle así a Jesús: “No soy digno de que entres en mi casa, pero una sola palabra tuya me sanará”!
Oración:
Señor, yo tampoco soy digno de que entres en mi casa, por eso te suplico que esta oración me disponga para tu venida. Quiero que encuentres en mí un alma vacía de apegos y de preocupaciones superficiales, que esté abierta a acogerte y a vivir conforme a tu voluntad.