Jueves 9 Septiembre

Lucas 6, 27-38

 

~ Si hacen bien a los que se lo hacen a ustedes,

¿Qué mérito tienen? ~

 

Jesús insiste en el tema central del sermón del llano-monte, “las bienaventuranzas”: el fundamento de la nueva sociedad es el amor sin distinciones, incluso a los enemigos. Esto parece sencillo a primera vista; y sin embargo, a la hora de llevarlo a la práctica, nos es muy difícil; de manera particular cuando el enemigo, al que hemos de amar, nos ha hecho mucho daño. Podríamos pasar esta página del Evangelio, igual que si no la hubiéramos visto, pero… ¿esto resolvería los problemas añejos que tenemos con algunos hermanos? ¿Aplazar su lectura y meditación resolvería o desahogaría, siquiera un poco, el mal en el mundo y en mi entorno?

 

Jesús nos anima a desarmar la violencia con la no violencia; el mal con el bien; y a ser generosos sin límites.

 

La idea central de este Evangelio es, pues, el amor gratuito y libre, que nos llama a amar a quien sea, prescindiendo de cómo nos trate.

 

El punto de llegada de esta invitación general que nos hace Jesús no es el masoquismo ni el martirio, sino actuar como Él lo hace; quienes seguimos a Jesús en el proyecto de Reino, según el sermón de las bienaventuranzas, estamos llamados, no solo a obedecer a Dios, sino además a parecernos a él, a actuar como él actúa, igual que hijos del altísimo (cf1, 32), porque es así como nos realizamos de manera perfecta en este ideal.

 

Si nosotros somos compasivos, benevolentes y nos quitamos del centro, con este ejercicio podremos abrir un nuevo horizonte del amor: con la indulgencia obtendremos indulgencia, con el perdón obtendremos perdón; y con la generosidad, generosidad. Es así como se entiende: la medida del don divino con el que mido, es la medida con que seré medido.

 

¿Qué dices? ¿Te atreves a amar al modo de Jesús?

¡Abrámonos al nuevo horizonte del amor! Consideremos que con la medida que midamos, seremos medidos.

 

Oración:

Señor Jesús, cuando me pides que ame a mi enemigo, no entiendo nada; pero cuando te pido que me ames, entiendo todo. ¿Cómo puedo pretender que me ames, a pesar de mis infidelidades, si yo no amo con generosidad? Ayúdame a medir a los demás con tu medida y no con la mía, porque de no ser así, cada vez que mida a alguien, me estaré perdiendo.

 

Permite que en casa, con los míos, experimentemos el efecto de desarmar la violencia con la no violencia y el mal con el bien; que gocemos de esperar una buena medida al final de nuestras vidas. Amén.

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