Viernes 10 Septiembre

Lucas 6, 39-42

 

~ ¿Cómo es que miras la astilla

que hay en el ojo de tu hermano,

y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ~

 

Casi al final del sermón del llano, Jesús dilata su enseñanza con estas sentencias o proverbios en tono sapiencial: ciegos que caerán en el hoyo, el discípulo que llega a ser como el maestro; y, en el texto de mañana, el árbol y su fruto, el corazón y la boca, la casa y las obras.

 

Por ahora leemos el tema de “la corrección fraterna”. Es bueno corregir cuando media la caridad y se da en el ejercicio de la conversión propia y ajena.

 

Quien se sabe en formación, ha de aprender que se llega a ser igual que el maestro, no solo en el mero saber, sino en la práctica del mensaje del amor. Nadie que corrija a otro sin ver los propios defectos ha madurado su enseñanza. La ceguera-viga es falta de amor.

 

Todos formamos parte de una familia y de una comunidad. Cuando nos erigimos en fiscales o censores, corrigiendo sin más, lo más probable es que estemos siendo injustos. Nos falta someternos a una autocrítica sincera que nos ayude a descubrir el porqué de nuestra intolerancia. Esta nace de nuestra soberbia, y la soberbia de la inseguridad y la insatisfacción.

 

Lo peor de actuar como los fariseos está en falsear nuestra relación con Dios y con los demás. Si insistimos en ser jueces, al final estaremos solos, y habremos cerrado la posibilidad de comprender y justificar a los demás, y a nosotros mismos, por el amor.

 

En un día como hoy, podemos preguntarnos: ¿cuáles son las vigas que llevo en mi ojo? O, en otras palabras, ¿por qué mi falta de amor?

 

Oración:

Señor Jesús, he rebasado ya la mitad de la vida y aún me descubro inmaduro; he sido un discípulo lento para aprender la justicia y el amor. Deseo ser igual que tú, mi maestro, y sin embargo, todavía hoy, de cuando en cuando, me veo reflejado en esos fariseos hipócritas, instalado en mi visión cerrada del mundo, de mis hermanos y de ti. Ayúdame a ver con nuevos ojos, retírame de un solo golpe la astilla y la viga que impiden que yo vea con claridad; ayúdame a ser más tolerante y misericordioso con mis semejantes.

 

Permite que en casa, con los míos, seamos claros en corregirnos en fraternidad, y caritativos para madurar en la vida y el amor. Amén.

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