Sábado 7 Septiembre

Lucas 6, 1-5

~ Y les dijo: “El Hijo del hombre es señor del sábado” ~

 

Los discípulos de Jesús hacen uso de la libertad que recibieron de su maestro. Han dado un paso adelante en la comprensión de la ley de Dios. Los fariseos, por lo contrario, están anclados en una doctrina muerta.

Al centro del Evangelio de hoy se pone la afirmación contundente de que “el hombre”, portador del Espíritu de Dios (cf 3,22), es, como Dios mismo, superior a cualquier código. Los fariseos han tenido que enfrentar estas clarificaciones que se deducen del incidente de frotar las espigas:

– Los discípulos de Jesús son personas libres.

– Para quien sigue a Jesús, las instituciones que no responden al Reino de Dios han caducado.

– La acción de David, que junto con sus acompañantes comió los panes de la presencia porque tenía hambre, muestra que la Ley cede ante la necesidad humana.

– La actitud rigorista de ellos, como fariseos, ni siquiera tiene fundamento en el Antiguo Testamento.

– Para los discípulos vale un nuevo principio: el hombre está por encima de toda ley.

Nosotros, al igual que aquellos fariseos, estamos llamados a cambiar nuestra vida religiosa. Dejemos de celebrar el Sabbat como si fuéramos judíos. Es decir, dejemos de ser tan rigoristas y poco misericordiosos, cumpliendo preceptos sin comprometernos con Dios ni con los demás. Y, en cambio, celebremos el domingo como día del Señor. El día del memorial de nuestra liberación en la resurrección de Jesús. El día en que vencemos al pecado y a la muerte.

Vivamos la vida como un continuo domingo de fiesta y de misericordia para los más necesitados. Además de encontrarnos personalmente con Jesús, en su Palabra y la Comunión de la Misa, atendamos los valores de nuestra vida familiar y comunitaria.

Entendamos de una vez que nosotros ––quienes seguimos a Cristo con autenticidad–– y todo ser humano justo y noble estamos por encima de la ley.

Oración:

Señor Jesús, acepto que en muchas ocasiones he sido legalista en el ejercicio de mi religión, de manera especial cuando juzgo a los demás. Al meditar este Evangelio, me vino el deseo profundo de ser libre, a semejanza de tus discípulos. Ayúdame a distinguir siempre, ya sea en mi vida laboral, familiar y de comunidad, cuándo hacer valer al hombre por sobre la ley. Que descubra yo las bondades de una vida más libre y misericordiosa para todos.

Permite que en casa, con los míos, vivamos la vida como un domingo que no se acaba: felices de estar contigo y de hacer vida tu Palabra. Amén.

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