Jueves 5° Pascua. Juan 15, 9-11
~ En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Les he dicho esto, para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea colmado”. ~
A lo largo de este discurso de despedida que Jesús da a sus discípulos antes de su muerte ––y que nosotros recogemos desde la experiencia de su resurrección–– encontramos una constante: la invitación continua a no separarnos de Él. Es una historia de amor que puede escribirse de manera diferente en cada uno de nosotros. Depende del modo en que aceptemos vivir nuestra relación con Jesús.
Pero alguien puede cuestionar: “¿No será una amistad condicionada la que Jesús nos ofrece? ¿Cómo entender ese: si guardan mis mandamientos…?”. Y la respuesta es hermosa: no existe amor a Jesús sin compromiso con los demás. Es que sus mandamientos no son otra cosa que el cuidado que debemos guardar en nuestra relación con Dios y con los demás. No son una carga, sino una oportunidad para crecer en la experiencia del amor-libertad.
Hoy podemos recoger de este texto la convicción de que la manera directa de relacionarnos con Jesús y con su Padre es el amor de obra. Solo este amor expresa con claridad cómo estamos en nuestra experiencia de Dios, de su amor.
Permanecer en su amor implica un gozo inmenso. ¿Lo has experimentado? Este gozo nos viene de la conciencia de estar comunicando el amor. El amor practicado se convierte en escenario donde Dios se luce, donde se nota su gloria y la participación que nosotros hemos tenido en ella.
Nos conviene permanecer en el amor de Jesús. Él transforma en amor nuestra aridez espiritual y nuestras cosas difíciles y agobiantes.
En este momento de la historia, con tantas inquietudes, angustias y soledades, con gente que ha perdido el rumbo y la esperanza en alguien o en Dios mismo y el sentido de su vida, nos viene bien recordar que Jesús está ahí, con la misma invitación de siempre: permanecer en Él, en su amor, y por ellos vivir la alegría de creer, esperar y trascender.
Oración:
Señor Jesús, que te ame sirviendo a los demás. Que tus mandamientos sean un código de amor que no se agote en la teoría de mi fe, sino en la experiencia siempre nueva de la libertad y del amor.
Permite que en nuestro hogar, cumplir tus mandamientos y amarte sean una aventura vital y cotidiana que nos llene de tu alegría. Amén.