Viernes 27 Marzo

Juan 7, 1-2. 10. 25-30

 

~ Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo ~

 

Jesús sube a Jerusalén de incógnito, porque los dirigentes judíos, que lo consideraban un peligro para la sociedad sometida a su control, intentaban matarlo.

Si Jesús salió de su clandestinidad, no fue para manifestarse como mesías en aquella fiesta, sino para enseñar en el templo. Su grito recuerda el de la Sabiduría (Prov 1,21s); Jesús se manifiesta como la Sabiduría; los cuchicheos que oye de entre el tumulto, sobre si es o no el Cristo y su pretensión de conocer o no las cosas de Dios, le arrancaron a Jesús este grito. Es como un reclamo de la Sabiduría que desea callar y desterrar a la ignorancia.

Les enseñó que el verdadero mesías no ha de ser reconocido por su lugar de procedencia, sino por ser enviado por Dios; esto que él ha demostrado abundantemente con sus obras. Si la gente no lo reconoce, es porque no han superado la ideología religiosa y, más aún, porque han manipulado la Ley y el plan de Dios en función de sus conveniencias particulares.

Al centro de este Evangelio está el conocimiento de Dios; quienes pretenden conocerlo viven en la penumbra de sus propias producciones. Jesús hoy les revela el verdadero conocimiento de Dios. No se da por la sola lectura e interpretación de la Ley, sino por la íntima y constante comunión con el Padre Dios. Jesús no ha venido por su cuenta, sino enviado por su Padre. Conoce a Dios tan íntimamente como a sí mismo.

El destino de Jesús está trazado: la cruz. Y con él, nuestro propio destino. La buena noticia que nos inspira hoy es que, a diferencia de quienes lo buscaban para matarlo, nosotros lo buscamos para entrar en su conocimiento del Padre; es decir, para entrar en la intimidad de Dios.

Dejemos que Jesús grite en nuestros atrios, que vuelva a sacudirnos de nuestras absurdas pretensiones. Dejémoslo ser Sabiduría y comunicarnos su vida.

 

Oración:

Señor Jesús, grítame en las plazas, en los atrios de los templos y en mi hogar. Libérame de la ignorancia. Que te conozca en la intimidad de tu proyecto. Que alcance a ver más allá de tu ascenso a Jerusalén.

Permite que mi familia y yo subamos contigo. Que recojamos en cofre de oro tus palabras y que veamos a tu Padre desde esta vida. Amén.

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