Jueves 26 Diciembre
Mateo 10, 17-22
~ No se preocupen por lo que van a decir o por la forma
de decirlo, porque en ese momento se les inspirará
lo que han de decir ~
En este tiempo de Navidad que iniciamos, durante los primeros ocho días (octava de Navidad), la liturgia de la Iglesia nos presenta la luz de Cristo que acaba de nacer, reflejada en algunos testigos: Esteban el protomártir (hoy 26), Juan evangelista (día 27), los Santos Inocentes (día 28), Simeón (día 29), la profetisa Ana (día 30), Juan Bautista (día 31), y María la madre de Jesús (día 1° de Enero)
Ellos alegran nuestra esperanza en Navidad. De manera especial hoy, Esteban, que en el momento de su martirio, reflejó nítidamente la pasión y la muerte de Cristo.
Jesús habla de la aversión que el mundo tiene hacia el profeta. ¿Por qué sucede así? ¿Por qué siempre tiene que haber algo de dramático y heroico en los que siguen a Jesús? Porque el mensaje del Evangelio denuncia los errores y la injusticia con los que la gente del mundo se siente cómoda.
Los testigos se mantienen fieles, a pesar de la persecución. Empeñan su vida el día en que su amor a Dios y la fuerza de sus convicciones los llevan al límite.
Parece que nosotros también estamos llamados a reflejar la luz, ser auténticos en la fe, es decir, ser buenos testigos. La manera más alta de testimonio es el martirio. Es posible que no nos toque ser mártires, al estilo de Esteban, pero es muy probable que nos venga el deseo de mantenernos auténticos, fieles a Dios en Jesús que acaba de nacer. De ser así, la Buena Noticia de hoy es que podemos ser diferentes, gente de convicciones, de esperanza y de amor. Podemos ser gente que refleje la luz del niño que acaba de nacer.
Oración:
Señor Jesús, enséñame a arrodillarme ante ti, ante tu nacimiento, muerte y resurrección. Que cuando llegue el día, nuestra familia sepa orar de rodillas, como San Esteban, no por miedo, sino para unirnos a ti en la oración del Monte de los Olivos.
Permítenos estar de rodillas a la hora del testimonio mayor, como manera de estar de pie ante el mundo, así verán que nos mantenemos en tu amor; y, así mismo, de rodillas ante ti al momento de hablar con tu Padre Dios. Amén.