Viernes 27 Diciembre

Juan 20, 2-9

~ Entonces entró también el otro discípulo, vio y creyó ~

¿Por qué leemos en Navidad, este texto de la resurrección? Porque hoy celebramos la fiesta litúrgica de Juan, apóstol y evangelista, que es el segundo testigo de la luz de Cristo.

Juan era “el discípulo amado” de Jesús. Fue testigo de los momentos más importantes del Señor: estuvo, junto con su hermano Santiago y con Pedro en la transfiguración; reclinó su cabeza sobre el pecho de Jesús en la última cena; y se mantuvo en el Calvario, al pie de la cruz. Fue el primero en creer ante la tumba vacía.

Para distinguir mejor, la manera en que Juan testifica la luz de Cristo, veamos en la escena de la resurrección a María Magdalena y a Pedro:

María llega al sepulcro, con la sensación de que la muerte ha triunfado. Esperaba encontrar el cadáver de Jesús. No lee el signo de vida en “el sepulcro abierto”, por eso dice: “se han llevado al Señor”.

Tampoco Pedro ha deducido en el primer momento de su asomo al sepulcro, la vida de Jesús.

Si alguien dijera hoy que el sepulcro vacío no prueba la resurrección, ¿lo habría probado la permanencia del cuerpo en él? El sepulcro vacío es más una prueba de vida que de muerte. Es la afirmación plástica de que Jesús no conoció la corrupción.

Solo Juan, el discípulo amado, ha visto y ha creído. Él, que llegó primero al sepulcro. Corrió más aprisa que Pedro, no porque fuera más joven, sino porque su experiencia de la cruz (19,35), le abrió el entendimiento al amor y al misterio de Dios. Él distinguió la señal de la vida en los lienzos puestos en el suelo, aunque de momento no comprendió, después que vio el sudario doblado en sitio aparte; entonces vio y creyó. Pero, ¿qué comprendió y creyó? Que la muerte no había terminado con la vida de Jesús. Creyó y vio la gloria y el amor de Dios (11,40) que da vida definitiva.

Oración:

Señor Jesús, creo, espero y amo en ti. Quiero en esta oración recostarme espiritualmente sobre tu pecho, como lo hizo el apóstol san Juan y hablar contigo durante este día de corazón a corazón; 

Permite que junto con mi familia, nos asomemos una y todas las veces a tu sepulcro vacío y que, como Juan, seamos capaces de ver y creer. Amén.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *