Lunes 28 Junio
Mateo 8, 18-22
~ Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos ~
Jesús evita la popularidad. Prefiere que quienes lo siguen, comprendan el alcance de su misión. Ahora mismo, va a la “otra orilla”, que como hemos dicho, implica un itinerario base de su ministerio. Ir al mundo pagano y abrir para ellos el don de la libertad y la salvación.
El escriba, un letrado, ha reconocido la superioridad de Jesús como maestro. Desea seguirlo y aprender las claves de la vida y la religión, como Jesús las lleva.
Jesús lo remite a su persona humana: “el Hijo del hombre”, tan humano como cualquiera, y con un proyecto tan grande como el de Dios. La condición para seguirlo es aceptar la pobreza y la libertad absoluta, como Él mismo las vive. En este sentido las Bienaventuranzas, son una transparencia, como una fotografía de la vida interior de Jesús. Él, que no tiene donde reclinar la cabeza, es el mismo pobre, el pobre auténtico; Él es quien puede llamar en primera persona: Vengan a mí, que soy sencillo y humilde de corazón, es el humilde por excelencia; y es el puro de corazón, que por lo mismo puede contemplar a Dios sin cesar. Jesús es el principio y el constructor de la paz y es el que sufre por amor a Dios. Cuando llama a seguirlo, llama a todo esto: a vivir sin tener “donde reclinar la cabeza” y a entrar en su misterio de comunión con Él y con su padre.
Como vemos, no fue sencillo para el escriba entender la manera en que podía seguir a Jesús. ¿Para nosotros si lo es? Creo que sí. Sobre todo si consideramos que la misión en la que deseamos seguir a Jesús, es puro trabajo, la vida entera vivida como una imparable entrega a los demás.
La figura del padre que hay que enterrar, representa a la tradición caduca. Más aún a la tradición muerta, que estorba para el dinamismo del evangelio. Se entiende que hay que venerar y respetar este pasado, pero eso lo harán otros. Los discípulos de Jesús han de romper con la tradición y apurarse en vivir la nueva vocación de Dios en Jesús.
Seguir a Jesús en los términos que propone, parece muy radical e inalcanzable. Y sin embargo no lo es. Consideremos que nuestra vida transcurre como una continua vocación y llamada personal de Dios, a vivir en Cristo y a llegar a nuestro destino final, la comunión con Él; o ¿Habría algo más importante y esperanzador en nuestras vidas, que el proyecto que Jesús nos ofrece? El gran premio de quienes nos atrevemos a seguir a Jesús, es la libertad y la consolación. ¿Tú qué decides?
Oración:
Señor Jesús, ¡Yo te sigo! Pero ayúdame a entender tu misterio. Descubro que mi vida pasa muy aprisa y me entretengo demasiado en hacer tu camino. Gracias por hacerme entender que no tengo algo más importante que hacer por los siguientes años de mi vida, que seguirte. No solo individualmente, sino con el proyecto de mi familia.
Permite que en casa con los míos, entendamos que de seguirte, hemos de ser libres de apegos: seguirte aunque no tengamos dónde reclinar la cabeza, y vivir al estilo de tus Bienaventuranzas. Has posible que nuestro seguimiento, nos libere y nos consuele de todos los condicionamientos y miserias del mundo. Amén.